LA BANDA MÁS BRITISH


Ray Davies se cambiaba de ropa cual Axl Rose. Era en la gira de “Phobia”, uno de los últimos álbumes a nombre de los Kinks, y no sé si ese mes se hablaba con su hermano, contundente y memorable a las guitarras, compitiendo con quien no se podía competir. Cayeron “All Day and All of the Night”, “You Really Got Me” y quince imprescindibles más. Un tipo idéntico a Arturo Pérez Reverte daba palmas extasiado tres filas más atrás. Después caminé junto al mar de vuelta a casa.

Nada indicaba que, veinticinco años después, sonarían los Kinks a través de este ordenador con el que escribo, sería su disco conceptual sobre la época victoriana y la decadencia, pasearía con desgana frente al mar, el puto mar de mi infancia, y todo se volvería cruelmente alegórico.

Pero me encantan los Kinks, y sea como sea, quiero que me sigan acompañando.

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