ÍTACA ARRIBA, ÍTACA ABAJO
Escuchamos música para
que nos transporte a algún lugar. Para vivir, morir e imaginar. O, con menos
trascendencia, escuchamos música para pasar el tiempo, para consumir, para
banalizar o banalizarnos…
Son distintos lugares a
los que ser transportados. Es el soul y el blues de las edades del mundo y de
los que habitamos en él. O no lo es ni por asomo. Que cada cual elija lo que le
constituye, que ejerza esa precaria libertad o pague el precio.
Música, tiempo, consumo…
Antes íbamos a la Fnac a comprar discos. Ahora es esta música de cuando ya no
se compran discos, la que nos llega instantánea y digital, la que nos lleva a
la Fnac. Porque nos lleva a un no-lugar, y la Fnac es un no-lugar.
Alienación…
Pienso todo lo que se pensaba en Frankfurt sobre la alienación, pero también
pienso que entre los mejores inventos de la historia de la humanidad está sin duda,
sin duda ninguna, la alienación. Alienarse, ese jodido don, tan necesario… Entonces
pienso que quiero huir a cualquier parte; y no hay un no-lugar como la Fnac. Mi
no-lugar favorito. Al que no se huye, no se llega, en el que no se vive.