EJES DESPLAZADOS, O RUEDA ETERNA DEL DEVENIR


Recuerdo la primera irrupción del aznarismo, aquella fase de euforia que se llamó a sí misma “capitalismo popular”, después justamente caracterizada como “capitalismo de amiguetes”. Un capitalismo de amiguetes, traducción de “crony capitalism”, que finalmente se quedó en la imagen del compañero de pupitre, o en una nueva cultura del pelotazo con nombres y apellidos de empresas privatizadas.

Siempre a la cabeza de la innovación política, los autodenominados Ayuntamientos del Cambio han descubierto recientemente una nueva variedad ideológico-empresarial: el anticapitalismo de amiguetes. Listas de contrataciones que conforman el bello poema del cambio político. Pelotazo style y mucho marketing. Porque antes no nos representaban y ahora, cambio mediante, estamos representados. El Abc del populismo, ése que hace hasta que se eche de menos la Ilustración.
Pero el “anticapitalismo de amiguetes” sí es coherente. Es coherente con un horizonte que nunca pasó por el anticapitalismo, sino por el capitalismo mafioso. El que, desde el poder político, busca la apropiación privada. El que crece allí donde la democracia se degrada. 

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